Los cuentos de hadas son relatos nutridos de criaturas féericas como elfos, trolls, gigantes, hadas y duendes, que forman parte del repertorio folklórico tradicional de numerosos pueblos.
Constituyen un “subgénero” o “especie” dentro del género narrativo. Sus argumentos incluyen habitualmente a príncipes y princesas, tienen un desenlace feliz y una moraleja con evidente función didáctica.
En las culturas donde los hechiceros y seres demoníacos se perciben como verdaderos, los relatos de hadas adoptan un escenario que la audiencia suele creer de base histórica.
Pero, a diferencia de las historias épicas, los cuentos de hadas sólo presentan referencias superficiales a cuestiones religiosas, sociales, políticas, conflictos bélicos o personalidades que existieron en la realidad.
Algunos investigadores han señalado que las bestias parlantes y los hechos de magia suelen ser más habituales en los “cuentos de hadas” que las mismas hadas (dado que estos seres no siempre aparecen en tales relatos).
Han sido calificados como «Una historia de cierta extensión que incluye una sucesión de motivos o episodios. Se sitúa en un mundo irreal sin localización ni criaturas definitivas, colmado de maravillas. En esta tierra de Nunca Jamás los humildes héroes matan a sus malignos adversarios, heredan reinos y contraen matrimonio con princesas.»
Los relatos de hadas formaban parte del repertorio de literatura de tradición oral, transmitidos de generación en generación. Frecuentemente los finales eran trágicos: era el castigo por relacionarse con las hadas. Estos relatos pasaron a confundirse con los libros infantiles, pero cabe destacar que antes estaban destinados también al público adulto.
Luego, los cuentos de hadas desarrollaron historias principescas que incluían enfrentamientos bélicos, aventuras y amores. Aquí, las hadas ocupaban papeles secundarios. Aunque el maniqueísmo estaba a la orden del día: el villano siempre recibía su merecido castigo.
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